Álvaro Uribe, el socio de Duque, quedó al descubierto y es que los gringos tienen prueba de sus vínculos con el narcotráfico y lo dejan tranquilo.
El senador y expresidente de Colombia Álvaro Uribe (2002-2010) fue acusado en numerosas ocasiones por diplomáticos estadounidenses de tener vínculos con el narcotráfico en los años 90, según documentos desclasificados del Departamento de Estado a los que Efe tuvo acceso.
Una de las comunicaciones, que datan de 1993, describe una reunión de diplomáticos con Luis Guillermo Vélez Trujillo, entonces senador del Partido Liberal, formación política en la que militaba Uribe.
De acuerdo al cable desclasificado, Vélez Trujillo explicó al Gobierno de EE.UU. que Uribe había recibido «financiación» para sus campañas electorales al Senado por parte de la familia Ochoa Vásquez, miembro del Cartel de Medellín que dirigía el capo del narcotráfico Pablo Escobar.
El senador Vélez Trujillo también indicó a los estadounidenses que fue Uribe quien inició contactos con la madre de Pablo Escobar, mientras el narcotraficante intentaba negociar un canal de comunicación con el entonces presidente, César Gaviria (1990-1994).
El cable muestra que, según Vélez, Escobar exigió a Uribe a través de «los Ochoa» que le ayudara a comunicarse con Gaviria «a cambio del favor» de la financiación de su campaña.
Asimismo, el senador liberal informó a los diplomáticos de que Uribe «temía por su vida» y la de su familia «por no poder responder a sus mentores del Cartel de Medellín», señala el telegrama diplomático.
Los cables arrojan nueva luz sobre las acusaciones que han perseguido a Uribe durante años y que él ha negado categóricamente, argumentando que se trataba de intentos infundados de sus rivales políticos para acabar con él.
Uribe, quien con el tiempo transitó hacia la derecha ideológica, es el gran valedor del candidato a la Presidencia del país por el partido Centro Democrático, Iván Duque, favorito para ganar comicios cuya primera vuelta se celebrará este domingo 27 de mayo.
Según otro de los cables, en enero de 1992, siete meses después de que Pablo Escobar se entregara a las autoridades colombianas a cambio de no ser extraditado a EE.UU., la embajada estadounidense en Bogotá recopiló una lista de políticos colombianos «sospechosos de tener vínculos con el narcotráfico».
La lista se dividía en dos secciones: «los narco-políticos» que eran «políticos con sólidas historias» de relación con el narcotráfico; y «los posibles narco-políticos», que eran sospechosos de tener lazos con el tráfico de drogas, aunque no estaban comprobados.
Uribe, al que se le describe «como una joven estrella de la escena política colombiana», aparecía en la última categoría por los negocios de su familia, según figura en el cable.
En otra de las comunicaciones, la embajada de EE.UU. en Colombia informó al Departamento de Estado de la condena de Uribe a las bombas con las que Escobar desangró Medellín y concluye diciendo: «seguimos sospechando de las posibles conexiones de Uribe con el narcotráfico».
En otro telegrama, en el que se analiza quién estaba detrás de la victoriosa campaña presidencial de 1994 de Ernesto Samper (1994-1998), los diplomáticos estadounidenses aseguran que Uribe, su principal valedor en Antioquia, «ha demostrado ser un enigma para la embajada».
«Sus lazos familiares con narcotraficantes (es primo de los Ochoa), además de rumores provenientes de contactos creíbles le enturbian, aunque sus declaraciones en el pasado en contra de los traficantes así como sus protestas vehementes ante la embajada dicen lo contrario», sostiene.
Redacción Lechuguinos-EFE