El Pentágono de EE.UU., sabe que no ganaría una guerra en Venezuela, en el siguiente trabajo de Sputnik, se describe con detalles el por qué
Desde que se instalara sobre la especie humana el temor a ser borrado de la faz de la tierra mediante la bomba atómica, el concepto de ‘destrucción mutua asegurada’ ha funcionado como un precario ‘status quo’ que sirve para evitar que EEUU arrase con los países que considera objetivos militares a través del Pentágono.
Estoy convencido de que solo existe una ley que EEUU respeta: la ley del más fuerte. El trato dispensado a Corea del Norte, reuniones bilaterales con sonrisas y apretones de manos incluidas, son prueba suficiente.
Ahora bien, con la amenaza cierta hecha por el presidente de EEUU, Donald Trump, y su gabinete de imponer a sangre y fuego su voluntad sobre Venezuela, conviene preguntar: ¿cuál puede ser ese factor disuasivo, esa ‘bomba nuclear’ que haría que EEUU entendiera que la opción militar es la más equivocada que puede tomar?
Hacia El Pao…
Para contestar esta pregunta, salí de Caracas hacia la comunidad de El Pao, en el estado Cojedes, tras una invitación de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela. La intención era presenciar en primera fila el Periodo de campo y maniobras conjuntas bicentenario de la Campaña Libertadora de la Nueva Granada en el Centro de Adiestramiento G/J José Laurencio Silva.
Hacía más de ocho meses que había realizado un reportaje sobre el Método Táctico de Resistencia Revolucionaria (MTRR), y deseaba saber cuán hondo había calado este nuevo paradigma dentro de la doctrina militar de la Fuerza Armada Bolivariana de Venezuela.
En una visita hecha días antes a ese mismo campo de instrucción, el propio presidente, Nicolás Maduro, habría ordenado que el método táctico no solo sirviese de orientación obligatoria a los militares venezolanos, sino a las milicias y por extensión a todo el pueblo venezolano.
Estoy muy orgulloso de nuestros jóvenes cadetes de la Universidad Militar Bolivariana, tienen la fuerza patriótica que nos inspira a seguir la lucha por hacer de nuestra tierra sagrada, una Patria inexpugnable. pic.twitter.com/S76yIcXdwT
— Nicolás Maduro (@NicolasMaduro) May 4, 2019
Felicito a todo el personal del Centro de Adiestramiento “G/J José Laurencio Silva”, por su excelente labor, formando a la juventud militar en los métodos tácticos de combate y resistencia, enmarcados en nuestra nueva Doctrina Militar Bolivariana. pic.twitter.com/OD1wC9JaST
— Nicolás Maduro (@NicolasMaduro) May 4, 2019
El equipo de trabajo del MTRR, liderado por el mayor César Siero Guillermo, sirvió de enlace y guía. La ajustada agenda que me llevó en un recorrido frenético por las distintas canchas de entrenamiento, fue hecho siempre en compañía de números y justificaciones.
«En El Pao hay un total de 5.300 venezolanos participando de las maniobras. De ellos, 4.000 son cadetes y el resto personal de apoyo. Se han adecuado 19 canchas de instrucción, 15 para la etapa de puesta en completo apresto operacional y cuatro para la fase final del cerro Tiramuto», apunta el mayor César Siero.
Los caminos de tierra roja son un símil poético que nos da la bienvenida. Las tiendas de campaña se distribuyen con milimétrico orden en cada uno de los campamentos de las distintas academias militares que componen la Universidad Militar.
La primera parada fue el recinto de la artillería Diego Jalón, donde el coronel Rodríguez Martínez y su equipo de tenientes y primeros tenientes nos informan que su misión será apoyar las maniobras de los cadetes con fuego real. El vehículo autopropulsado NONA SVK 120 mm y el sistema de morteros SANI de fabricación rusa sirven para mostrarnos la pericia del personal de artillería. Sin embargo, el lanzacohetes múltiples Grad de 122 mm acapara nuestra atención.
El coronel Rodríguez Martínez no se guarda detalles y es enfático en afirmar que esta clase de armas «han cambiado el curso de batallas enteras».
El IGLAS y la artillería Smerch quedaron como tareas pendientes para una próxima ocasión. Rodríguez Martínez tiene una razón: «El campo de maniobras es muy pequeño», confiesa. El alcance de 90 kilómetros y un calibre de 300 mm del sistema Smerch corroboran esta versión.
‘La raza cósmica’
El recorrido nos lleva hasta el campamento de la academia técnica militar de Venezuela. Allí, el general Pablo Pérez Villamizar nos brinda atenciones, pero sobre todo una particular visión acerca del soldado venezolano. Con una dedicada observación histórica, nos responde sobre la siguiente interrogante: ¿qué tiene el venezolano que lo hace tan buen guerrero?
Se va siglos atrás, hasta las cruentas luchas entre los indios Caribes y los primeros españoles que llegaron a estas tierras.
«Hay muchos relatos de generales españoles que estuvieron en nuestra América que decían que esos llaneros parecían centauros, mitad hombre, mitad caballo, que se enfrentaban a la naturaleza indómita y hacían retroceder al más experimentado de los soldados europeos. Hoy por hoy, cuando analizamos la historia del viejo mundo, Grecia, y dentro de ella a Esparta, vemos que los espartanos eran como nosotros. Hoy por hoy, los venezolanos nos denominamos los espartanos de América, porque tenemos esa sangre guerrera de combatir hasta morir, sin importar nada. (…) El venezolano de hoy es ese guerrero que se adapta a cualquier circunstancia y es capaz de combatir contra cualquier agresor que intente pisar nuestro territorio», concluye.
El rector de la Universidad Militar, general de división Félix Osorio, nos esperaba paciente junto al coronel Zurita, jefe de la división de adiestramiento y doctrina militar de dicha casa de estudios. El lugar elegido para nuestro recibimiento «era la cancha de combate: misión Ruptura». Un espacio en el que se adiestra a los cadetes a completar una de las cuatro maniobras que conforman el MTRR.
Mientras a una distancia no mayor de 200 metros se despliegan los cadetes y los medios mecanizados, aprovecha para explicarme detalles de la maniobra. Era inevitable que la primera pregunta fuese sobre el método táctico de resistencia revolucionaria y por qué este, junto a la unión cívico militar y la propia doctrina de guerra popular prolongada, se convierten en un factor disuasivo ante las amenazas de Estados Unidos. Contesta sin perder de vista los detalles del ejercicio:
«Es muy sencillo. Nosotros no tenemos el poder relativo de combate para enfrentar al imperio norteamericano. De eso estamos claros. No sería la forma como vamos a combatir contra ellos. El método táctico de resistencia revolucionaria nos permite fortalecernos en pequeñas unidades de combate. En equipos, en escuadra, en pelotón. Y nosotros, con esas pequeñas unidades, las convertiremos en unidades de resistencia, las cuales permiten, sin enfrentarse frente a frente al enemigo, producirles bajas al mismo. Estamos conscientes de su gran poderío militar, nosotros no vamos a caer en la trampa. Nosotros nos desplegaríamos en el país».
«Como dijo mi comandante Chávez, nos convertiríamos en agua, en aire, en tierra, y estaríamos allí en cada rincón de la patria defendiéndola. Y estamos seguros que sería, para el imperio norteamericano, una derrota. Porque aquí no es solo una Fuerza Armada, es un pueblo que está dispuesto a dar la vida por su tierra. Nosotros somos herederos de las glorias, de nuestros libertadores. Las glorias de Bolívar. Esa generación lo dio todo para que nosotros, en estos momentos, tengamos el derecho a tener una bandera, un escudo, himno nacional, una tierra. Esta tierra para poder enterrar a nuestros muertos. Es aquí donde vivimos, este es nuestro territorio, esta es nuestra patria y no estamos dispuestos a cederla a ningún imperio», agrega Osorio.
Sus palabras me llevan hasta el general vietnamita Vo Nguyen Giap, líder militar que derrotó a Estados Unidos hace más de 50 años. En una entrevista que le hiciera el New York Times en 1990, reflexionaba sobre las causas de su éxito: «No éramos lo suficientemente fuertes para expulsar a medio millón de soldados, pero ese no era el objetivo. Nuestra intención era romper la voluntad del Gobierno estadounidense de continuar con la guerra». Más adelante, en la misma entrevista, Giap concluye: «Al final, es el factor humano el que determina la victoria».
Ver los rostros de los cadetes ejecutando con disciplina y entrega cada aspecto de las maniobras hablan de ese invisible y subestimado poder que guardan aquellos que han decidido tomar el camino de las armas para defender su patria, su nación, la memoria de los antepasados y el destino de los que aún no nacen.
Tuve que descender de la colina en la que nos encontrábamos, cuando atestigüé que la responsable de conducir el tanque de la maniobra era una joven mujer que apenas alcanzaba 1,60 metros de altura.
Se identificó como la sargento primero Ivonne Peralta, perteneciente al batallón de blindados Bravos de Apure. Subo hasta la bestia mecánica para que captar su respuesta sin filtros y con el máximo de naturalidad. ¿Por qué decidiste ser soldado?, le pregunto. La sargento Peralta mira fijamente a la cámara y no tarda en contestar: «Siempre quise defender la patria de quienes quieran poner un pie en esta tierra venezolana que tanto quiero».
— ¿Por qué los blindados?
— Me encanta mi arma, soy tanquista de corazón.
— ¿Un mensaje para el pueblo venezolano que resiste los embates del imperio norteamericano?
— Que no nos rindamos, que Venezuela siempre ha sido un país libre e independiente y que vamos a salir de esta.
Espíritu de lucha: el arma invisible
La actitud de la operadora de tanques Peralta se convirtió en una constante en cada testimonio, que recogía dentro de los miles de soldados que se adiestraban en aquel pedazo de territorio.
No solo mostraban una disposición sin igual para dar a conocer sus razones para prepararse en la defensa del país, sino que además estaban también muy prestos a enseñarme los rudimentos de su labor.
Pude acompañarlos a través de las maniobras a bordo de un tanque T-72, aprender los mecanismos del RPG y el mortero, armas cuya movilidad han sido el corazón de las estrategias de lucha asimétrica. Caminamos arropados por la oscuridad total del llano venezolano, al tiempo que las ráfagas de fogueo se abrían paso en las sombras para aleccionar sobre la importancia de seguir las estrellas a la hora de ‘navegar’ en horas nocturnas. Participé del razonamiento táctico mientras me acostumbraba a llevar el AK 103, el fusil reglamentario de combate.
Cancha tras cancha, los cadetes y sus instructores me empapaban de la lógica que subyace al diseño de cada lugar de entrenamiento, a la necesidad de prepararse para cada evento futuro.
La cancha de ‘Combate en áreas construidas’, por ejemplo, hicieron inevitable que no pensase en la perspectiva de la Guerra Híbrida y de cómo los estrategas del Pentágono conciben los conflictos por venir. El mayor Jesús Cabrera Marcano atendió mi inquietud con un párrafo lapidario: «El combate cercano es una herramienta para todo soldado, no solo para los comandos, sino para las tropas regulares. Porque las guerras del futuro serán en áreas construidas. La velocidad, la sorpresa, la violencia en acción que tienen lugar durante estos entrenamientos es la que permite prepararlos para los desafíos de esta clase de conflictos».
Dormí menos de tres horas y la diana me levantó como a un soldado más. En el campo de maniobras del Pao, el tiempo no lo marcan el ascenso y desaparición del Sol, sino las tareas a cumplir.
Todas las canchas permanecen ocupadas durante cada segundo del día. El ritmo es vertiginoso y no hay pausa, con excepción de los pocos minutos que tienen los cadetes para comer. Se duerme espalda con espalda, en cualquier condición meteorológica y sin mayor preocupación que reponer algo de energía para el próximo reto.
Dentro del equipo que lleva adelante el Método Táctico de Resistencia Revolucionaria existe el convencimiento de que, al mantenerse durante cinco años este nuevo paradigma de instrucción, será posible contar con una Fuerza Armada Bolivariana donde sea irreversible una doctrina y espíritu antiimperialista.
Son demasiadas las historias, los detalles que puedo recoger y que son imposibles de contener en una sola crónica. En eso reflexiono cuando comienzo a iniciar los preparativos de retorno a Caracas. El general Félix Osorio y el coronel Zurita hacen algún tiempo para despedirme mientras nos distendemos hablando de las batallas por la independencia de Venezuela y de la dimensión heroica que significó para gente sencilla del llano, del oriente, del sur o del norte, salir de estas fronteras para llevar la libertad a más de cinco países de Suramérica.
«Aquí estamos formando soldados que aman su patria. Se les siembra un ideal, un por qué de lucha. A diferencia de los soldados norteamericanos, cuya misión es ir a otros países para saquear recursos y apoderarse de territorios para las transnacionales, nuestros soldados defienden este suelo sagrado, su memoria, su derecho a vivir en paz. No existe mejor arma que el amor a una causa justa», confiesa Osorio.
Mientras regreso a Caracas, veo a mi derecha el imponente cerro Tiramuto, lugar donde se llevará a cabo la fase final del entrenamiento. La visión de esa majestuosa formación geológica hace que me llegue un pensamiento que me produce emociones complejas:
Más allá de las grandilocuencias, fuera de los reflectores y las cámaras de televisión, existe una realidad que bien saben en Washington. Para conquistar un territorio hay que pisar el suelo, hay que controlar a su población, someter a la resistencia. Cualquier otro argumento son acrobacias discursivas para potenciales votantes, espejismos para legisladores y falsas promesas para la moldeable opinión pública.
El quebradero de cabeza de quienes planifican la agresión contra Venezuela les advierte que no será fácil, no será una guerra corta y encontrarán resistencia. El conflicto se extenderá hacia toda la región y, a fin de cuentas, por más bombas y mercenarios que utilicen, jamás podrán someter la voluntad última del pueblo venezolano de ser soberano y libre.
Ojalá lo entiendan, y la sola fuerza de los hechos les haga desistir de tomar una decisión que solo serviría para extender sobre Latinoamérica una nueva era de oscuridad.
Redacción José Negrón Valera/ Sputnik